19
Hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;
20
Dando gracias siempre de todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo:
21
Sujetados los unos á los otros en el temor de Dios.
22
Las casadas estén sujetas á sus propios maridos, como al Señor.
23
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y él es el que da la salud al cuerpo.
24
Así que, como la iglesia está sujeta á Cristo, así también las casadas lo estén á sus maridos en todo.
25
Maridos, amad á vuestras mujeres, así como Cristo amó á la iglesia, y se entregó á sí mismo por ella,
26
Para santificarla limpiándola en el lavacro del agua por la palabra,
27
Para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha.
28
Así también los maridos deben amar á sus mujeres como á sus mismos cuerpos. El que ama á su mujer, á sí mismo se ama.
29
Porque ninguno aborreció jamás á su propia carne, antes la sustenta y regala, como también Cristo á la iglesia;
30
Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
31
Por esto dejará el hombre á su padre y á su madre, y se allegará á su mujer, y serán dos en una carne.
32
Este misterio grande es: mas yo digo esto con respecto á Cristo y á la iglesia.
33
Cada uno empero de vosotros de por sí, ame también á su mujer como á sí mismo; y la mujer reverencie á su marido.