14
Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará el Cristo
15
Mirad, pues, cómo andéis avisa-damente; no como locos, sino como sabios
16
redimiendo el tiempo, porque los días son malos
17
Por tanto, no seáis imprudentes, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor
18
Y no os embriaguéis de vino, en lo cual hay disolución; mas sed llenos de Espíritu
19
hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones
20
dando gracias siempre de todo al Dios y Padre en el Nombre del Señor nuestro, Jesús el Cristo
21
sujetaos los unos a los otros en el temor de Dios
22
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor
23
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como el Cristo es cabeza de la Iglesia; y él es el que da la salud al cuerpo
24
Así que, como la Iglesia está sujeta al Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo
25
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella
26
para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra
27
para presentársela gloriosa para sí mismo, una Iglesia que no tuviera mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuera santa y sin mancha
28
Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama
29
Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y regala, como también el Señor a su Iglesia
30
porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos
31
Por esto dejará el hombre al padre y a la madre, y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne
32
Este misterio grande es; acerca de Cristo y la Iglesia
33
Así también haga cada uno de vosotros, cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer que tenga en reverencia a su marido