4
Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque El no se deleita en los necios. El voto que haces, cúmplelo.
5
Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los cumplas.
6
No permitas que tu boca te haga pecar, y no digas delante del mensajero de Dios que fue un error. ¿Por qué ha de enojarse Dios a causa de tu voz y destruir la obra de tus manos?
7
Porque en los muchos sueños y en las muchas palabras hay vanidades; tú, sin embargo, teme a Dios.
8
Si ves la opresión del pobre y la negación del derecho y de la justicia en la provincia, no te sorprendas del hecho, porque un oficial vigila sobre otro oficial, y hay oficiales superiores sobre ellos.
9
Mas el beneficio del país, para todos, es que el rey mantenga cultivado el campo.
10
El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad.
11
Cuando aumentan los bienes, aumentan también los que los consumen. Así, pues, ¿cuál es la ventaja para sus dueños, sino verlos con sus ojos?
12
Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; pero la hartura del rico no le permite dormir.
13
Hay un grave mal que he visto bajo el sol: las riquezas guardadas por su dueño para su mal;
14
cuando esas riquezas se pierden por un mal negocio, y él engendra un hijo, no queda nada para mantenerlo.
15
Como salió del vientre de su madre, desnudo, así volverá, yéndose tal como vino; nada saca del fruto de su trabajo que pueda llevarse en la mano.
16
Y también esto es un grave mal: que tal como vino, así se irá. Por tanto, ¿qué provecho tiene el que trabaja para el viento?
17
Además todos los días de su vida come en tinieblas, con mucha molestia, enfermedad y enojo.
18
He aquí lo que yo he visto que es bueno y conveniente: comer, beber y gozarse uno de todo el trabajo en que se afana bajo el sol en los contados días de la vida que Dios le ha dado; porque ésta es su recompensa.
19
Igualmente, a todo hombre a quien Dios ha dado riquezas y bienes, lo ha capacitado también para comer de ellos, para recibir su recompensa y regocijarse en su trabajo: esto es don de Dios.
20
Pues él no se acordará mucho de los días de su vida, porque Dios lo mantiene ocupado con alegría en su corazón.