4
Y el pregonero pregonaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones, y lenguas
5
al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento musical, os postraréis y adoraréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado
6
y cualquiera que no se postrare y la adorare, en la misma hora será echado dentro de un horno de fuego ardiendo
7
Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento músico, todos los pueblos, naciones, y lenguas, se postraron, y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado
8
Por esto en el mismo tiempo algunos varones caldeos se llegaron, y denunciaron de los judíos
9
Hablando y diciendo al rey Nabucodonosor: rey, para siempre vive
10
Tú, oh rey, pusiste ley que todo hombre al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento musical, se postrara y adorara la estatua de oro
11
y el que no se postrara y la adorara, fuera echado dentro del horno de fuego ardiendo
12
Hay unos varones judíos, los cuales tú pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia; Sadrac, Mesac, y Abed-nego; estos varones, oh rey, no han hecho cuenta de ti; no adoran tus dioses, no adoran la estatua de oro que tú levantaste
13
Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajeran a Sadrac, Mesac, y Abed-nego. Luego fueron traídos estos varones delante del rey
14
Habló Nabucodonosor, y les dijo: ¿Es verdad Sadrac, Mesac, y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que yo levanté
15
Ahora, pues, ¿estáis prestos para que oyendo el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento de música, os postréis, y adoréis la estatua que yo hice? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio del horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos
16
Sadrac, Mesac, y Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: no cuidamos de responderte sobre este negocio
17
He aquí, nuestro Dios a quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará
18
Y si no, sepas, oh rey, que a tu dios no adoraremos, y la estatua que tú levantaste, no honraremos
19
Entonces Nabucodonosor fue lleno de ira, y se demudó la figura de su rostro sobre Sadrac, Mesac, y Abed-nego; habló, y mandó que el horno se encendiera siete veces más de lo que cada vez solía
20
Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que ataran a Sadrac, Mesac, y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo
21
Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes, y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo
22
Porque la palabra del rey daba prisa, y había procurado que se encendiera mucho, la llama del fuego mató a aquellos hombres que habían alzado a Sadrac, Mesac, y Abed-nego
23
Y estos tres varones, Sadrac, Mesac, y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo
24
Entonces Nabucodonosor se espantó, y se levantó aprisa, y habló, y dijo a los de su consejo: ¿No echamos tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron y dijeron al rey: Es verdad, oh rey