8
Pero ahora desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca.
9
No mintáis los unos a los otros, puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos,
10
y os habéis vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó;
11
una renovación en la cual no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro , escita, esclavo o libre, sino que Cristo es todo, y en todos.
12
Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia;
13
soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
14
Y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo de la unidad.
15
Y que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, a la cual en verdad fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.
16
Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones.
17
Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el Padre.
18
Mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.
19
Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.
20
Hijos, sed obedientes a vuestros padres en todo, porque esto es agradable al Señor.
21
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.
22
Siervos, obedeced en todo a vuestros amos en la tierra, no para ser vistos , como los que quieren agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón, temiendo al Señor.
23
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres,
24
sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien servís.
25
Porque el que procede con injusticia sufrirá las consecuencias del mal que ha cometido, y eso, sin acepción de personas.