6
No miréis en que soy morena, porque el sol me miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí, me hicieron guarda de viñas; y mi viña, que era mía, no guardé.
7
Hazme saber, o tú a quien ama mi alma, dónde apacientas, dónde sesteas tu rebaño al medio día; pues, ¿por qué había yo de estar como vagueando tras los rebaños de tus compañeros?
8
Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, sal, yéndote por las huellas del rebaño, y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
9
A yegua de los carros de Faraón te he comparado, amiga mía.
10
Hermosas son tus mejillas entre los zarcillos, tu cuello entre los collares.
11
Zarcillos de oro te haremos, con clavos de plata.
12
Mientras que el rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor.
13
Mi amado es para mí un manojito de mirra, que reposa entre mis pechos.
14
Racimo de alcanfor en las viñas de En-gadi es para mí mi amado.
15
He aquí que tú eres hermosa, oh compañera mía; he aquí que eres hermosa; tus ojos de paloma.
16
He aquí que tú eres hermoso, oh amado mío, y suave; nuestro lecho también florido.
17
Las vigas de nuestras casas son de cedro, y de hayas los artesonados.