1
Pasado algún tiempo, David consultó al SEÑOR:—¿Debo ir a alguna de las ciudades de Judá?—Sí, debes ir —le respondió el SEÑOR.—¿Y a qué ciudad quieres que vaya?—A Hebrón.
2
Así que David fue allá con sus dos esposas, Ajinoán la jezrelita y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel.
3
Se llevó además a sus hombres, cada cual acompañado de su familia, y todos se establecieron en Hebrón y sus aldeas.
4
Entonces los habitantes de Judá fueron a Hebrón, y allí ungieron a David como rey de su tribu. Además, le comunicaron que los habitantes de Jabés de Galaad habían sepultado a Saúl.
5
Entonces David envió a los de Jabés el siguiente mensaje: «Que el SEÑOR los bendiga por haberle sido fieles a su señor Saúl, y por darle sepultura.
6
Y ahora, que el SEÑOR les muestre a ustedes su amor y fidelidad, aunque yo también quiero recompensarlos por esto que han hecho.
7
Cobren ánimo y sean valientes, pues aunque su señor Saúl ha muerto, la tribu de Judá me ha ungido como su rey».