2
y al tercer día aconteció, que vino uno del campamento de Saúl, rotos sus vestidos, y tierra sobre su cabeza; y llegando a David, se postró en tierra, y adoró.
3
Y le preguntó David: ¿De dónde vienes? Y él respondió: Heme escapado del campamento de Israel.
4
Y David le dijo: ¿Qué ha acontecido? Te ruego que me lo digas. Y él respondió: El pueblo huyó de la batalla, y también muchos del pueblo cayeron y son muertos; también Saúl y Jonatán su hijo murieron.
5
Y dijo David a aquel joven que le daba las nuevas: ¿Cómo sabes que Saúl es muerto, y Jonatán su hijo?
6
Y el joven que le daba las nuevas respondió: Casualmente vine al monte de Gilboa, y hallé a Saúl que estaba recostado sobre su lanza, y venían tras él carros y gente de a caballo.
7
Y cuando él miró atrás, me vio y me llamó; y yo dije: Heme aquí.
8
Y él me dijo: ¿Quién eres tú? Y yo le respondí: Soy amalecita.
9
Y él me volvió a decir: Yo te ruego que te pongas sobre mí, y me mates, porque me toman angustias, y aún toda mi alma está en mí.
10
Yo entonces me puse sobre él, y lo maté, porque sabía que no podía vivir después de su caída; y tomé la diadema que tenía en su cabeza, y la ajorca que traía en su brazo, y las he traído acá a mi señor.
11
Entonces David trabando de sus vestidos, los rompió; y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él.
12
Y lloraron y lamentaron, y ayunaron hasta la tarde, por Saúl y por Jonatán su hijo, y por el pueblo del SEÑOR, y por la casa de Israel; porque habían caído a cuchillo.