3
Sólo que los lugares altos no fueron quitados; el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos.
4
Entonces Joás dijo a los sacerdotes: Todo el dinero de las cosas sagradas que se trae a la casa del SEÑOR en moneda corriente, tanto el dinero estipulado a cada persona, como todo el dinero que cada uno voluntariamente traiga a la casa del SEÑOR,
5
que los sacerdotes lo tomen para sí, cada cual de sus conocidos; y ellos repararán los daños de la casa dondequiera que se encuentre algún daño.
6
Pero en el año veintitrés del rey Joás, los sacerdotes aún no habían reparado los daños de la casa.
7
Entonces el rey Joás llamó al sacerdote Joiada y a los otros sacerdotes, y les dijo: ¿Por qué no reparáis los daños de la casa? Ahora pues, no toméis más dinero de vuestros conocidos, sino entregadlo para los daños de la casa.
8
Y consintieron los sacerdotes en no tomar más dinero del pueblo, ni reparar ellos los daños de la casa.
9
Entonces el sacerdote Joiada tomó un cofre e hizo un agujero en la tapa, y lo puso junto al altar, al lado derecho conforme uno entra a la casa del SEÑOR; y los sacerdotes que custodiaban el umbral, depositaban en él todo el dinero que se traía a la casa del SEÑOR.
10
Y cuando veían que había mucho dinero en el cofre, el escriba del rey y el sumo sacerdote subían y lo ataban en sacos, y contaban el dinero que se encontraba en la casa del SEÑOR.
11
Y entregaban el dinero que había sido contado en manos de los que hacían el trabajo, los cuales tenían a su cargo la casa del SEÑOR, y ellos lo traían para pagar a los carpinteros y a los constructores que trabajaban en la casa del SEÑOR,
12
y a los albañiles y canteros, y para comprar madera y piedra de cantería para reparar los daños de la casa del SEÑOR, y para todo lo que se gastaba para la casa, a fin de repararla.
13
Pero del dinero que se traía a la casa del SEÑOR, no se hicieron ni copas de plata, ni despabiladeras, ni tazones, ni trompetas, ni ninguna vasija de oro, ni vasijas de plata para la casa del SEÑOR;