4
los manjares de su mesa, las habitaciones de sus siervos, el porte de sus ministros y sus vestiduras, sus coperos y sus vestiduras, y la escalinata por la cual él subía a la casa del SEÑOR, se quedó sin aliento.
5
Entonces dijo al rey: Era verdad lo que había oído en mi tierra acerca de tus palabras y de tu sabiduría.
6
Pero yo no creía lo que me decían, hasta que he venido y mis ojos lo han visto. Y he aquí, no se me había contado ni la mitad de la grandeza de tu sabiduría. Tú superas todo lo que había oído.
7
Bienaventurados tus hombres, bienaventurados estos tus siervos que están delante de ti continuamente y oyen tu sabiduría.
8
Bendito sea el SEÑOR tu Dios que se agradó en ti, poniéndote sobre su trono como rey para el SEÑOR tu Dios; porque tu Dios amó a Israel afirmándolo para siempre, por lo cual te ha puesto por rey sobre ellos para hacer derecho y justicia.
9
Entonces ella dio al rey ciento veinte talentos de oro, y gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca hubo especias aromáticas como las que la reina de Sabá dio al rey Salomón.
10
Y los siervos de Hiram y los siervos de Salomón que habían traído oro de Ofir, trajeron también madera de sándalo y piedras preciosas.
11
Con la madera de sándalo el rey hizo gradas para la casa del SEÑOR y para el palacio del rey; también liras y arpas para los cantores; no se había visto en la tierra de Judá madera como ésa.
12
El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso pedirle, más de lo que había traído al rey. Después ella se volvió y regresó a su tierra con sus siervos.
13
El peso del oro que llegaba a Salomón en un solo año era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro,
14
sin contar lo que los mercaderes y los comerciantes traían. Todos los reyes de Arabia y los gobernadores de la tierra traían oro y plata a Salomón.