10
Porque lo que fue tan glorioso, en esta parte ni aun fue glorioso, en comparación con la excelente gloria.
11
Porque si lo que perece es para gloria, mucho más será para gloria lo que permanece.
12
Así que, teniendo tal esperanza, hablamos con mucha confianza;
13
y no como Moisés, que ponía un velo sobre su faz, para que los hijos de Israel no pusiesen los ojos en su cara, cuya gloria había de perecer.
14
(Y así los sentidos de ellos se embotaron; porque hasta el día de hoy les queda el mismo velo no descubierto en la lección del Antiguo Testamento, el cual en Cristo es quitado.
15
Y aun hasta el día de hoy, cuando Moisés es leído, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.
16
Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.)
17
Porque el Señor es el Espíritu; y donde hay aquel Espíritu del Señor, allí hay libertad.
18
Por tanto nosotros todos, puestos los ojos como en un espejo en la gloria del Señor con cara descubierta, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.