10
He aquí han visto hoy tus ojos cómo el SEÑOR te ha puesto hoy en mis manos en esta cueva; y dijeron que te matara, mas te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor, porque ungido es del SEÑOR
11
Y mira, padre mío, mira aún la orilla de tu ropa en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto, y no te maté. Conoce, pues, y ve que no hay mal ni traición en mi mano, ni he pecado contra ti; con todo, tú andas a caza de mi vida para quitármela
12
Juzgue el SEÑOR entre mí y ti, y véngueme de ti el SEÑOR; pero mi mano no será contra ti
13
Como dice el proverbio del antiguo: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti
14
¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga
15
El SEÑOR, pues, será juez, y él juzgará entre mí y ti. El vea, y pleitee mi pleito, y me defienda de tu mano
16
Y aconteció que, cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, Saúl dijo: ¿No es esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzando Saúl su voz lloró
17
Y dijo a David: Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal
18
Tú has mostrado hoy que has hecho conmigo bien; pues no me has dado muerte, habiéndome el SEÑOR puesto en tus manos
19
Porque ¿quién hallará a su enemigo, y lo dejará ir sano y salvo? El SEÑOR te pague con bien por lo que en este día has hecho conmigo
20
Y ahora, como yo entiendo que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y estable