35
En obediencia a la palabra del SEÑOR, un miembro de la comunidad de profetas le dijo a otro:—¡Golpéame!Pero aquel se negó a hacerlo.
36
Entonces el profeta dijo:—Por cuanto no has obedecido al SEÑOR, tan pronto como nos separemos te matará un león.Y después de que el profeta se fue, un león le salió al paso y lo mató.
37
Más adelante, el mismo profeta encontró a otro hombre y le dijo: «¡Golpéame!» Así que el hombre lo golpeó y lo hirió.
38
Luego el profeta salió a esperar al rey a la vera del camino, cubierto el rostro con un antifaz.
39
Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó:—Este servidor de Su Majestad entró en lo más reñido de la batalla. Allí alguien se me presentó con un prisionero y me dijo: “Hazte cargo de este hombre. Si se te escapa, pagarás su vida con la tuya, o con tres mil monedas de plata”.
40
Mientras este servidor de Su Majestad estaba ocupado en otras cosas, el hombre se escapó.—¡Esa es tu sentencia! —respondió el rey de Israel—. Tú mismo has tomado la decisión.
41
En el acto, el profeta se quitó el antifaz, y el rey de Israel se dio cuenta de que era uno de los profetas.
42
Y le dijo al rey:—Así dice el SEÑOR: “Has dejado en libertad a un hombre que yo había condenado a muerte. Por lo tanto, pagarás su vida con la tuya, y su pueblo con el tuyo”.
43
Entonces el rey de Israel, deprimido y malhumorado, volvió a su palacio en Samaria.