10
mas no convidó a Natán profeta, ni a Benaía, ni a los grandes, ni a Salomón su hermano.
11
Y habló Natán a Betsabé madre de Salomón, diciendo: ¿No has oído que reina Adonías hijo de Haguit, sin saberlo David nuestro señor?
12
Ven pues ahora, y toma mi consejo, para que guardes tu vida, y la vida de tu hijo Salomón.
13
Ve, y entra al rey David, y dile: Rey señor mío, ¿no has jurado tú a tu sierva, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará en mi trono? ¿Por qué pues reina Adonías?
14
Y estando tú aún hablando con el rey, yo entraré tras ti, y acabaré tus razones.
15
Entonces Betsabé entró al rey a la cámara; y el rey era muy viejo; y Abisag sunamita servía al rey.
16
Y Betsabé se inclinó, y adoró al rey. Y el rey dijo: ¿Qué tienes?
17
Y ella le respondió: Señor mío, tú juraste a tu sierva por el SEÑOR tu Dios, diciendo : Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará en mi trono;
18
y he aquí ahora Adonías reina; y tú , mi señor rey, hasta ahora no lo supiste.
19
Ha sacrificado bueyes, y animales engordados, y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, y a Abiatar sacerdote, y a Joab general del ejército; mas a Salomón tu siervo no ha convidado.
20
Rey señor mío, los ojos de todo Israel están sobre ti, para que les declares quién se ha de sentar en el trono de mi señor el rey después de él.
21
Y acontecerá, cuando mi señor el rey durmiere con sus padres, que yo y mi hijo Salomón seremos estimados pecadores.
22
Y estando aún hablando ella con el rey, he aquí Natán profeta, que vino.
23
E hicieron saber al rey, diciendo: He aquí está Natán profeta; el cual cuando entró al rey, se postró delante del rey inclinando su rostro a tierra.
24
Y dijo Natán: Rey señor mío, ¿has dicho tú: Adonías reinará después de mí, y él se sentará en mi trono?
25
Porque hoy ha descendido, y ha sacrificado bueyes, y animales engordados, y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, y a los capitanes del ejército, y también a Abiatar sacerdote; y he aquí, están comiendo y bebiendo delante de él, y han dicho: ¡Viva el rey Adonías!
26
Mas ni a mí tu siervo, ni a Sadoc sacerdote, ni a Benaía hijo de Joiada, ni a Salomón tu siervo, ha convidado.
27
¿Es este negocio ordenado por mi señor el rey, sin haber declarado a tu siervo quién se había de sentar en el trono de mi señor el rey después de él?
28
Entonces el rey David respondió, y dijo: Llamadme a Betsabé. Y ella entró a la presencia del rey, y se puso delante del rey.
29
Y el rey juró, diciendo: Vive el SEÑOR, que ha redimido mi alma de toda angustia,
30
que como yo te he jurado por el SEÑOR Dios de Israel, diciendo: Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono en lugar mío; que así lo haré hoy.
31
Entonces Betsabé se inclinó al rey, su rostro a tierra, y haciendo reverencia al rey, dijo: Viva mi señor el rey David para siempre.
32
Y el rey David dijo: Llamadme a Sadoc sacerdote, y a Natán profeta, y a Benaía hijo de Joiada. Y ellos entraron a la presencia del rey.
33
Y el rey les dijo: Tomad con vosotros los siervos de vuestro señor, y haced subir a Salomón mi hijo en mi mula, y llevadlo a Gihón.
34
Y allí lo ungirán Sadoc sacerdote y Natán profeta por rey sobre Israel; y tocaréis trompeta, diciendo: ¡Viva el rey Salomón!
35
Después iréis vosotros detrás de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará por mí; porque a él he ordenado para que sea príncipe sobre Israel y sobre Judá.
36
Entonces Benaía hijo de Joiada respondió al rey, y dijo: Amén. Así lo diga el SEÑOR, Dios de mi señor el rey.
37
De la manera que el SEÑOR ha sido con mi señor el rey, así sea con Salomón; y él haga mayor su trono que el trono de mi señor el rey David.
38
Y descendió Sadoc sacerdote, y Natán profeta, y Benaía hijo de Joiada, y los cereteos y los peleteos, e hicieron subir a Salomón en la mula del rey David, y lo llevaron a Gihón.
39
Y tomando Sadoc sacerdote el cuerno del aceite del tabernáculo, ungió a Salomón; y tocaron trompeta, y dijo todo el pueblo: ¡Viva el rey Salomón!
40
Después subió todo el pueblo en pos de él, y cantaba el pueblo con flautas, y hacían grandes alegrías, que parecía que la tierra se hundía con el clamor de ellos.