4
La mujer no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido; e igualmente tampoco el marido tiene potestad de su propio cuerpo, sino la mujer.
5
No os defraudéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en ayuno y oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia.
6
Mas esto digo por permisión, no por mandamiento.
7
Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios; uno a la verdad así, y otro así.
8
Digo, pues, a los por casar y a los viudos, que bueno les es si se quedaren como yo.
9
Y si no tienen don de continencia, cásense; que mejor es casarse que quemarse.
10
Mas a los que están juntos en matrimonio, denuncio, no yo, sino el Señor; Que la mujer no se aparte del marido;
11
y si se apartare, que se quede sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no despida a su mujer.
12
Y a los demás yo digo, no el Señor: si algún hermano tiene mujer incrédula, y ella consiente para habitar con él, no la despida.
13
Y la mujer que tiene marido incrédulo, y él consiente para habitar con ella, no lo deje.
14
Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer (fiel), y la mujer incrédula en el marido (fiel); de otra manera ciertamente vuestros hijos serían inmundos; pero ahora son santos.