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Diez días después, la palabra del SEÑOR vino a Jeremías.
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Este llamó a Johanán hijo de Carea, a todos los jefes militares que lo acompañaban, y a todo el pueblo, desde el más chico hasta al más grande,
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y les dijo: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel, a quien ustedes me enviaron para interceder por ustedes:
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“Si se quedan en este país, yo los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré, porque me duele haberles causado esa calamidad.
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No teman al rey de Babilonia, al que ahora temen —afirma el SEÑOR—; no le teman, porque yo estoy con ustedes para salvarlos y librarlos de su poder.
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Tendré compasión de ustedes, y de esa manera él también les tendrá compasión y les permitirá volver a su tierra”.
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»Pero si desobedecen la voz del SEÑOR, Dios de ustedes, y dicen: “No nos quedaremos en esta tierra,
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sino que nos iremos a Egipto, donde no veremos guerra, ni escucharemos el sonido de la trompeta, ni pasaremos hambre, y allí nos quedaremos a vivir”,
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entonces presten atención a la palabra del SEÑOR, ustedes los que quedan en Judá: Así dice el SEÑORTodopoderoso, el Dios de Israel: “Si ustedes insisten en trasladarse a Egipto para vivir allá,
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la guerra que tanto temen los alcanzará, y el hambre que los aterra los seguirá de cerca hasta Egipto, y en ese lugar morirán.
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Todos los que están empecinados en trasladarse a Egipto para vivir allá, morirán por la guerra, el hambre y la peste. Ninguno sobrevivirá ni escapará a la calamidad que haré caer sobre ellos”.