9
Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era casi el mediodía.
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Tuvo hambre y quiso algo de comer. Mientras se lo preparaban, le sobrevino un éxtasis.
11
Vio el cielo abierto y algo parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro puntas, descendía hacia la tierra.
12
En ella había toda clase de cuadrúpedos, como también reptiles y aves.
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—Levántate, Pedro; mata y come —le dijo una voz.
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—¡De ninguna manera, Señor! —replicó Pedro—. Jamás he comido nada impuro o inmundo.
15
Por segunda vez le insistió la voz:—Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro.
16
Esto sucedió tres veces, y en seguida la sábana fue recogida al cielo.
17
Pedro no atinaba a explicarse cuál podría ser el significado de la visión. Mientras tanto, los hombres enviados por Cornelio, que estaban preguntando por la casa de Simón, se presentaron a la puerta.
18
Llamando, averiguaron si allí se hospedaba Simón, apodado Pedro.
19
Mientras Pedro seguía reflexionando sobre el significado de la visión, el Espíritu le dijo: «Mira, Simón, tres hombres te buscan.
20
Date prisa, baja y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado».
21
Pedro bajó y les dijo a los hombres:—Aquí estoy; yo soy el que ustedes buscan. ¿Qué asunto los ha traído por acá?
22
Ellos le contestaron:—Venimos de parte del centurión Cornelio, un hombre justo y temeroso de Dios, respetado por todo el pueblo judío. Un ángel de Dios le dio instrucciones de invitarlo a usted a su casa para escuchar lo que usted tiene que decirle.