10
El día veinticuatro del mes noveno del segundo año de Darío, vino palabra del SEÑOR al profeta Hageo:
11
«Así dice el SEÑOR Todopoderoso: “Consulta a los sacerdotes sobre las cosas sagradas”». Entonces Hageo les planteó lo siguiente:
12
—Supongamos que alguien lleva carne consagrada en la falda de su vestido, y sucede que la falda toca pan, o guiso, o vino, o aceite, o cualquier otro alimento; ¿quedarán también consagrados?—¡No! —contestaron los sacerdotes.
13
—Supongamos ahora —prosiguió Hageo— que una persona inmunda por el contacto de un cadáver toca cualquiera de estas cosas; ¿también ellas quedarán inmundas?—¡Sí! —contestaron los sacerdotes.
14
Entonces Hageo respondió:«¡Así es este pueblo!¡Así es para mí esta nación!—afirma el SEÑOR—.¡Así es cualquier obra de sus manos!¡y aun lo que allí ofrecen es inmundo!
15
»Ahora bien, desde hoy en adelante, reflexionen. Antes de que ustedes pusieran piedra sobre piedra en la casa del SEÑOR,
16
¿cómo les iba? Cuando alguien se acercaba a un montón de grano esperando encontrar veinte medidas, solo hallaba diez; y si se iba al lagar esperando sacar cincuenta medidas de la artesa del mosto, solo sacaba veinte.
17
Herí sus campos con quemazón y con plaga, y con granizo toda obra de sus manos. Pero ustedes no se volvieron a mí —afirma el SEÑOR—.
18
Reflexionen desde hoy en adelante, desde el día veinticuatro del mes noveno, día en que se colocaron los cimientos de la casa del SEÑOR. Reflexionen:
19
¿Queda todavía alguna semilla en el granero? ¿Todavía no producen nada la vid ni la higuera, ni el granado ni el olivo? ¡Pues a partir de hoy yo los bendeciré!»