22
En aquel tiempo Abimélec, que estaba acompañado por Ficol, jefe de su ejército, le dijo a Abraham:—Dios está contigo en todo lo que haces.
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Júrame ahora, por Dios mismo, que no me tratarás a mí con falsedad, ni tampoco a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame que a mí y al país que te ha recibido como extranjero nos tratarás con la misma lealtad con que yo te he tratado.
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—¡Lo juro! —respondió Abraham.
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Luego Abraham se quejó ante Abimélec por causa de un pozo de agua del cual los siervos de Abimélec se habían apropiado.
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Pero Abimélec dijo:—No sé quién pudo haberlo hecho. Me acabo de enterar, pues tú no me lo habías dicho.
27
Entonces Abraham llevó ovejas y vacas, y se las dio a Abimélec, y los dos hicieron un pacto.
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Pero Abraham apartó siete corderas del rebaño,
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por lo que Abimélec le preguntó:—¿Qué pasa? ¿Por qué has apartado estas siete corderas?
30
—Acepta estas siete corderas —le contestó Abraham—. Ellas servirán de prueba de que yo cavé este pozo.
31
Por eso a aquel lugar le dieron el nombre de Berseba, porque allí los dos hicieron un juramento.
32
Después de haber hecho el pacto en Berseba, Abimélec y Ficol, el jefe de su ejército, volvieron al país de los filisteos.
33
Abraham plantó un tamarisco en Berseba, y en ese lugar invocó el nombre del SEÑOR, el Dios eterno.
34
Y se quedó en el país de los filisteos durante mucho tiempo.