2
Yo digo: Obedece al rey, porque lo has jurado ante Dios.
3
No te apresures a salir de su presencia. No defiendas una mala causa, porque lo que él quiere hacer, lo hace.
4
Puesto que la palabra del rey tiene autoridad, ¿quién puede pedirle cuentas?
5
El que acata sus órdenes no sufrirá daño alguno. El corazón sabio sabe cuándo y cómo acatarlas.
6
En realidad, para todo lo que se hace hay un cuándo y un cómo, aunque el hombre tiene en su contra un gran problema:
7
que no sabe lo que está por suceder, ni hay quien se lo pueda decir.
8
No hay quien tenga poder sobre el aliento de vida, como para retenerlo, ni hay quien tenga poder sobre el día de su muerte. No hay licencias durante la batalla, ni la maldad deja libre al malvado.