19
Ajimaz hijo de Sadoc le propuso a Joab:—Déjame ir corriendo para avisarle al rey que el SEÑOR lo ha librado del poder de sus enemigos.
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—No le llevarás esta noticia hoy —le respondió Joab—. Podrás hacerlo en otra ocasión, pero no hoy, pues ha muerto el hijo del rey.
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Entonces Joab se dirigió a un soldado cusita y le ordenó:—Ve tú y dile al rey lo que has visto.El cusita se inclinó ante Joab y salió corriendo.
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Pero Ajimaz hijo de Sadoc insistió:—Pase lo que pase, déjame correr con el cusita.—Pero muchacho —respondió Joab—, ¿para qué quieres ir? ¡Ni pienses que te van a dar una recompensa por la noticia!
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—Pase lo que pase, quiero ir.—Anda, pues.Ajimaz salió corriendo por la llanura y se adelantó al cusita.
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Mientras tanto, David se hallaba sentado en el pasadizo que está entre las dos puertas de la ciudad. El centinela, que había subido al muro de la puerta, alzó la vista y vio a un hombre que corría solo.
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Cuando el centinela se lo anunció al rey, este comentó:—Si viene solo, debe de traer buenas noticias.Pero mientras el hombre seguía corriendo y se acercaba,
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el centinela se dio cuenta de que otro hombre corría detrás de él, así que le anunció al guarda de la puerta:—¡Por ahí viene otro hombre corriendo solo!—Ese también debe de traer buenas noticias —dijo el rey.
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El centinela añadió:—Me parece que el primero corre como Ajimaz hijo de Sadoc.—Es un buen hombre —comentó el rey—; seguro que trae buenas noticias.
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Ajimaz llegó y saludó al rey postrándose rostro en tierra, y le dijo:—¡Bendito sea el SEÑOR, Dios de Su Majestad, pues nos ha entregado a los que se habían rebelado en contra suya!
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—¿Y está bien el joven Absalón? —preguntó el rey.Ajimaz respondió:—En el momento en que tu siervo Joab me enviaba, vi que se armó un gran alboroto, pero no pude saber lo que pasaba.
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—Pasa y quédate ahí —le dijo el rey.Ajimaz se hizo a un lado.
31
Entonces llegó el cusita y anunció:—Le traigo buenas noticias a Su Majestad. El SEÑOR lo ha librado hoy de todos los que se habían rebelado en contra suya.
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—¿Y está bien el joven Absalón? —preguntó el rey.El cusita contestó:—¡Que sufran como ese joven los enemigos de Su Majestad, y todos los que intentan hacerle mal!
33
Al oír esto, el rey se estremeció; y mientras subía al cuarto que está encima de la puerta, lloraba y decía: «¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!»