12
Tú, oh Dios, eres mi rey desde hace siglos,
traes salvación a la tierra.
13
Dividiste el mar con tu fuerza
y les rompiste la cabeza a los monstruos marinos.
14
Aplastaste las cabezas del Leviatán
y dejaste que se lo comieran los animales del desierto.
15
Hiciste que brotaran los manantiales y los arroyos,
y secaste ríos que jamás se secan.
16
Tanto el día como la noche te pertenecen;
tú creaste el sol y la luz de las estrellas.
17
Estableciste los límites de la tierra
e hiciste el verano, así como el invierno.
18
Mira cómo te insultan estos enemigos, Señor
;
una nación insensata ha deshonrado tu nombre.
19
No permitas que estas bestias salvajes destruyan a tus tórtolas;
no te olvides para siempre de tu pueblo dolido.
20
Recuerda las promesas de tu pacto,
¡porque la tierra está llena de oscuridad y violencia!
21
No permitas que humillen otra vez a los oprimidos,
en cambio, deja que el pobre y el necesitado alaben tu nombre.
22
Levántate, oh Dios, y defiende tu causa;
recuerda cómo te insultan estos necios todo el día.
23
No pases por alto lo que han dicho tus enemigos
ni su creciente alboroto.