11
Al final, gemirás de angustia
cuando la enfermedad consuma tu cuerpo.
12
Dirás: «¡Cuánto odié la disciplina!
¡Si tan solo no hubiera despreciado todas las advertencias!
13
¿Por qué no escuché a mis maestros?
¿Por qué no presté atención a mis instructores?
14
He llegado al borde de la ruina
y ahora mi vergüenza será conocida por todos».
15
Bebe el agua de tu propio pozo,
comparte tu amor sólo con tu esposa.
16
¿Para qué derramar por las calles el agua de tus manantiales
teniendo sexo con cualquiera?
17
Deben reservarla solo para los dos;
jamás la compartan con desconocidos.
18
Que tu esposa sea una fuente de bendición para ti.
Alégrate con la esposa de tu juventud.
19
Es una cierva amorosa, una gacela llena de gracia.
Que sus pechos te satisfagan siempre.
Que siempre seas cautivado por su amor.
20
Hijo mío, ¿por qué dejarte cautivar por una mujer inmoral
o acariciar los pechos de una mujer promiscua?
21
Pues el Señor
ve con claridad lo que hace el hombre,
examina cada senda que toma.