16
Rebeca era muy hermosa y tenía edad suficiente para estar casada, pero aún era virgen. Ella descendió hasta el manantial, llenó su cántaro y volvió a subir.
17
Entonces el siervo corrió hasta alcanzarla y le dijo:
—Por favor, deme de beber un poco de agua de su cántaro.
18
—Sí, mi señor, beba —respondió ella.
Enseguida bajó su cántaro del hombro y le dio de beber.
19
Después de darle de beber, dijo:
—También sacaré agua para sus camellos y les daré de beber hasta que se sacien.
20
Así que, de inmediato, vació su cántaro en el bebedero y volvió corriendo al pozo a sacar agua para todos los camellos.
21
El siervo la observaba en silencio mientras se preguntaba si el Señor
le había dado éxito en la misión.
22
Cuando los camellos terminaron de beber, sacó un anillo de oro para la nariz de la muchacha y dos pulseras grandes de oro
para sus muñecas.
23
—¿De quién es hija usted? —le preguntó—, y dígame, por favor, ¿tendría su padre algún lugar para hospedarnos esta noche?
24
—Soy hija de Betuel —contestó ella—, y mis abuelos son Nacor y Milca.
25
Sí, tenemos más que suficiente paja y alimento para los camellos, y también tenemos lugar para huéspedes.
26
El hombre se inclinó hasta el suelo y adoró al Señor
.
27
—Alabado sea el Señor
, Dios de mi amo, Abraham —dijo—. El Señor
ha mostrado amor inagotable y fidelidad a mi amo, porque me ha guiado directamente a los parientes de mi señor.
28
La joven corrió a su casa para contarle a su familia todo lo que había ocurrido.
29
Rebeca tenía un hermano llamado Labán, el cual salió corriendo al manantial para encontrarse con el hombre.
30
Había visto el anillo en la nariz de su hermana y las pulseras en sus muñecas, y había oído a Rebeca contar lo que el hombre le había dicho. Así que corrió hasta llegar al manantial, donde el hombre aún estaba parado al lado de sus camellos.
31
Entonces Labán le dijo: «¡Ven y quédate con nosotros, hombre bendecido por el Señor
! ¿Por qué estás aquí, fuera de la ciudad, cuando yo tengo un cuarto preparado para ti y un lugar para los camellos?».
32
Entonces el hombre fue con Labán a su casa, y Labán descargó los camellos, y para que se tendieran les proveyó paja, los alimentó, y también trajo agua para que el hombre y los camelleros se lavaran los pies.
33
Luego sirvieron la comida, pero el siervo de Abraham dijo:
—No quiero comer hasta que les haya dicho la razón por la que vine.
—Muy bien —respondió Labán—, dinos.
34
—Yo soy siervo de Abraham —explicó—.
35
Y el Señor
ha bendecido mucho a mi amo; y él se ha enriquecido. El Señor
le ha dado rebaños de ovejas y cabras, manadas de ganado, una fortuna en plata y en oro, y muchos siervos y siervas, camellos y burros.
36
»Cuando Sara, la esposa de mi amo, era ya muy anciana, le dio un hijo a mi amo, y mi amo le ha dado a él todo lo que posee.