23
Cuando entró Jesús en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en ruidoso desorden,
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les dijo: Retiraos, porque la niña no ha muerto, sino que está dormida. Y se burlaban de El.
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Pero cuando habían echado fuera a la gente, El entró y la tomó de la mano; y la niña se levantó.
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Y esta noticia se difundió por toda aquella tierra.
27
Al irse Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando y diciendo: ¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
28
Y después de haber entrado en la casa, se acercaron a El los ciegos, y Jesús les dijo<***>: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le respondieron<***>: Sí, Señor.
29
Entonces les tocó los ojos, diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe.
30
Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les advirtió rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
31
Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra.
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Y al salir ellos de allí, he aquí, le trajeron un mudo endemoniado.
33
Y después que el demonio había sido expulsado, el mudo habló; y las multitudes se maravillaban, y decían: Jamás se ha visto cosa igual en Israel.
34
Pero los fariseos decían: El echa fuera los demonios por el príncipe de los demonios.
35
Y Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia.
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Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
37
Entonces dijo<***> a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos.
38
Por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.