18
Mientras les decía estas cosas, he aquí, vino un oficial de la sinagoga y se postró delante de El, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19
Y levantándose Jesús, lo siguió, y también sus discípulos.
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Y he aquí, una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;
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pues decía para sí: Si tan sólo toco su manto, sanaré.
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Pero Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado . Y al instante la mujer quedó sana.
23
Cuando entró Jesús en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en ruidoso desorden,
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les dijo: Retiraos, porque la niña no ha muerto, sino que está dormida. Y se burlaban de El.
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Pero cuando habían echado fuera a la gente, El entró y la tomó de la mano; y la niña se levantó.
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Y esta noticia se difundió por toda aquella tierra.
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Al irse Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando y diciendo: ¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
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Y después de haber entrado en la casa, se acercaron a El los ciegos, y Jesús les dijo<***>: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le respondieron<***>: Sí, Señor.
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Entonces les tocó los ojos, diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe.
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Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les advirtió rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
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Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra.
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Y al salir ellos de allí, he aquí, le trajeron un mudo endemoniado.
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Y después que el demonio había sido expulsado, el mudo habló; y las multitudes se maravillaban, y decían: Jamás se ha visto cosa igual en Israel.
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Pero los fariseos decían: El echa fuera los demonios por el príncipe de los demonios.
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Y Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia.
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Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
37
Entonces dijo<***> a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos.
38
Por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.