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Jesús fue con él; y una gran multitud le seguía y le oprimía.
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Y una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años,
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y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado;
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cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto.
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Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré.
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Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción.
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Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de El, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa?
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Y sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te oprime, y dices: "¿Quién me ha tocado?"
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Pero El miraba a su alrededor para ver a la mujer que le había tocado.
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Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de El y le dijo toda la verdad.
34
Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción.