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Y había allí una gran piara de cerdos paciendo junto al monte.
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Y los demonios le rogaron, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
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Y El les dio permiso. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron.
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Y los que cuidaban los cerdos huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos. Y la gente vino a ver qué era lo que había sucedido.
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Y vinieron<***> a Jesús, y vieron<***> al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su cabal juicio, el mismo que había tenido la legión; y tuvieron miedo.
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Y los que lo habían visto les describieron cómo le había sucedido esto al endemoniado, y lo de los cerdos.
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Y comenzaron a rogarle que se fuera de su comarca.
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Al entrar El en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejara acompañarle.
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Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo<***>: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo misericordia de ti.
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Y él se fue, y empezó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él; y todos se quedaban maravillados.
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Cuando Jesús pasó otra vez en la barca al otro lado, se reunió una gran multitud alrededor de El; y El se quedó junto al mar.
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Y vino uno de los oficiales de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle se postró<***> a sus pies.
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Y le rogaba<***> con insistencia, diciendo: Mi hijita está al borde de la muerte; te ruego que vengas y pongas las manos sobre ella para que sane y viva.
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Jesús fue con él; y una gran multitud le seguía y le oprimía.
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Y una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años,
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y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado;
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cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto.
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Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré.
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Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción.
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Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de El, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa?
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Y sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te oprime, y dices: "¿Quién me ha tocado?"
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Pero El miraba a su alrededor para ver a la mujer que le había tocado.
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Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de El y le dijo toda la verdad.
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Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción.
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Mientras estaba todavía hablando, vinieron<***> de casa del oficial de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al Maestro?
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Pero Jesús, oyendo lo que se hablaba, dijo<***> al oficial de la sinagoga: No temas, cree solamente.
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Y no permitió que nadie fuera con El sino sólo Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo.
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Fueron<***> a la casa del oficial de la sinagoga, y Jesús vio<***> el alboroto, y a los que lloraban y se lamentaban mucho.
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Y entrando les dijo<***>: ¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que está dormida.
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Y se burlaban de El. Pero El, echando fuera a todos, tomó<***> consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con El, y entró<***> donde estaba la niña.
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Y tomando a la niña por la mano, le dijo<***>: Talita cumi (que traducido significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!).
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Al instante la niña se levantó y comenzó a caminar, pues tenía doce años. Y al momento se quedaron completamente atónitos.
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Entonces les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto; y dijo que le dieran de comer a la niña.