10
Entonces le rogaba con insistencia que no los enviara fuera de la tierra.
11
Y había allí una gran piara de cerdos paciendo junto al monte.
12
Y los demonios le rogaron, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
13
Y El les dio permiso. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron.
14
Y los que cuidaban los cerdos huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos. Y la gente vino a ver qué era lo que había sucedido.
15
Y vinieron<***> a Jesús, y vieron<***> al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su cabal juicio, el mismo que había tenido la legión; y tuvieron miedo.
16
Y los que lo habían visto les describieron cómo le había sucedido esto al endemoniado, y lo de los cerdos.
17
Y comenzaron a rogarle que se fuera de su comarca.
18
Al entrar El en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejara acompañarle.
19
Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo<***>: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo misericordia de ti.
20
Y él se fue, y empezó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él; y todos se quedaban maravillados.
21
Cuando Jesús pasó otra vez en la barca al otro lado, se reunió una gran multitud alrededor de El; y El se quedó junto al mar.
22
Y vino uno de los oficiales de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle se postró<***> a sus pies.
23
Y le rogaba<***> con insistencia, diciendo: Mi hijita está al borde de la muerte; te ruego que vengas y pongas las manos sobre ella para que sane y viva.
24
Jesús fue con él; y una gran multitud le seguía y le oprimía.
25
Y una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años,
26
y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado;
27
cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto.
28
Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré.
29
Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción.
30
Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de El, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa?