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Y toda la ciudad se había amontonado a la puerta.
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Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque ellos sabían quién era El.
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Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba.
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Y Simón y sus compañeros salieron a buscarle;
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le encontraron y le dijeron<***>: Todos te buscan.
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Y El les dijo<***>: Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí, porque para eso he salido.
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Y fue por toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando demonios.
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Y vino<***> a El un leproso rogándole, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
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Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, lo tocó, y le dijo<***>: Quiero; sé limpio.
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Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio.
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Entonces Jesús lo amonestó severamente y enseguida lo despidió,
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y le dijo<***>: Mira, no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que Moisés ordenó, para testimonio a ellos.
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Pero él, en cuanto salió comenzó a proclamarlo abiertamente y a divulgar el hecho, a tal punto que Jesús ya no podía entrar públicamente en ciudad alguna, sino que se quedaba fuera en lugares despoblados; y venían a El de todas partes.