29
Y ellos le instaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque está atardeciendo, y el día ya ha declinado. Y entró a quedarse con ellos.
30
Y sucedió que al sentarse a la mesa con ellos, tomó pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio.
31
Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron; pero El desapareció de la presencia de ellos.
32
Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?
33
Y levantándose en esa misma hora, regresaron a Jerusalén, y hallaron reunidos a los once y a los que estaban con ellos,
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que decían: Es verdad que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.
35
Y ellos contaban sus experiencias en el camino, y cómo le habían reconocido en el partir del pan.
36
Mientras ellos relataban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
37
Pero ellos, aterrorizados y asustados, pensaron que veían un espíritu.
38
Y El les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestro corazón?
39
Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
40
Y cuando dijo esto les mostró las manos y los pies.
41
Como ellos todavía no lo creían a causa de la alegría y que estaban asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
42
Entonces ellos le presentaron parte de un pescado asado .
43
Y El lo tomó y comió delante de ellos.
44
Y les dijo: Esto es lo que yo os decía cuando todavía estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
45
Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras,
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y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día;
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y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
48
Vosotros sois testigos de estas cosas.
49
Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre; pero vosotros, permaneced en la ciudad hasta que seáis investidos con poder de lo alto.
50
Entonces los condujo fuera de la ciudad, hasta cerca de Betania, y alzando sus manos, los bendijo.
51
Y aconteció que mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo.
52
Ellos, después de adorarle, regresaron a Jerusalén con gran gozo,
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y estaban siempre en el templo alabando a Dios.