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Y dijo también al que le había convidado: Cuando ofrezcas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos, no sea que ellos a su vez también te conviden y tengas ya tu recompensa.
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Antes bien, cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos,
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y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos.
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Cuando uno de los que estaban sentados con El a la mesa oyó esto, le dijo: ¡Bienaventurado todo el que coma pan en el reino de Dios!
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Pero El le dijo: Cierto hombre dio una gran cena, e invitó a muchos;
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y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los que habían sido invitados: "Venid, porque ya todo está preparado."
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Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: "He comprado un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me excuses."
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Y otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego que me excuses."
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También otro dijo: "Me he casado, y por eso no puedo ir."
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Cuando el siervo regresó, informó de todo esto a su señor. Entonces, enojado el dueño de la casa, dijo a su siervo: "Sal enseguida por las calles y callejones de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos."
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Y el siervo dijo: "Señor, se ha hecho lo que ordenaste, y todavía hay lugar."