18
Digo, pues: Ha perecido mi vigor, y mi esperanza que venía del SEÑOR.
19
Acuérdate de mi aflicción y de mi vagar, del ajenjo y de la amargura.
20
Ciertamente lo recuerda y se abate mi alma dentro de mí.
21
Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza:
22
Que las misericordias del SEÑOR jamás terminan , pues nunca fallan sus bondades;
23
son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad!
24
El SEÑOR es mi porcióndice mi alma por eso en El espero.
25
Bueno es el SEÑOR para los que en El esperan, para el alma que le busca.
26
Bueno es esperar en silencio la salvación del SEÑOR.
27
Bueno es para el hombre llevar el yugo en su juventud.
28
Que se siente solo y en silencio ya que El se lo ha impuesto;
29
que ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza;
30
que dé la mejilla al que lo hiere; que se sacie de oprobios.
31
Porque no rechaza para siempre el Señor,
32
antes bien, si aflige, también se compadecerá según su gran misericordia.
33
Porque El no castiga por gusto, ni aflige a los hijos de los hombres.
34
Aplastar bajo los pies a todos los prisioneros de un país,
35
privar del derecho a un hombre en presencia del Altísimo,
36
defraudar a un hombre en su litigio: estas cosas no aprueba el Señor.
37
¿Quién es aquel que habla y así sucede, a menos que el Señor lo haya ordenado?
38
¿No salen de la boca del Altísimo tanto el mal como el bien?