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Cuando María llegó adonde estaba Jesús, al verle, se arrojó entonces a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
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Y cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando también, se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció,
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y dijo: ¿Dónde lo pusisteis? Le dijeron<***>: Señor, ven y ve.
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Jesús lloró.
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Por eso los judíos decían: Mirad, cómo lo amaba.
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Pero algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos del ciego, haber evitado también que Lázaro muriera?
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Entonces Jesús, de nuevo profundamente conmovido en su interior, fue<***> al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta sobre ella.
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Jesús dijo<***>: Quitad la piedra. Marta, hermana del que había muerto, le dijo<***>: Señor, ya hiede, porque hace cuatro días que murió.
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Jesús le dijo<***>: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?
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Entonces quitaron la piedra. Jesús alzó los ojos a lo alto, y dijo: Padre, te doy gracias porque me has oído.
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Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que me rodea, para que crean que tú me has enviado.