8
"Entonces os traje a la tierra de los amorreos que habitaban al otro lado del Jordán, y ellos pelearon contra vosotros; los entregué en vuestras manos, y tomasteis posesión de su tierra cuando yo los destruí delante de vosotros.
9
"Entonces Balac, hijo de Zipor, rey de Moab, se levantó y peleó contra Israel, y envió a llamar a Balaam, hijo de Beor, para que os maldijera.
10
"Pero yo no quise escuchar a Balaam; y él tuvo que bendeciros, y os libré de su mano.
11
"Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó; y los habitantes de Jericó pelearon contra vosotros, y también los amorreos, los ferezeos, los cananeos, los heteos, los gergeseos, los heveos y los jebuseos. Y los entregué en vuestras manos.
12
"Entonces envié delante de vosotros avispas que expulsaron a los dos reyes de los amorreos de delante de vosotros, pero no fue por vuestra espada ni por vuestro arco.
13
"Y os di una tierra en que no habíais trabajado, y ciudades que no habíais edificado, y habitáis en ellas; de viñas y olivares que no plantasteis, coméis."
14
Ahora pues, temed al SEÑOR y servidle con integridad y con fidelidad; quitad los dioses que vuestros padres sirvieron al otro lado del río y en Egipto, y servid al SEÑOR.
15
Y si no os parece bien servir al SEÑOR, escoged hoy a quién habéis de servir: si a los dioses que sirvieron vuestros padres, que estaban al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa, serviremos al SEÑOR.
16
Y el pueblo respondió, y dijo: Lejos esté de nosotros abandonar al SEÑOR para servir a otros dioses;
17
porque el SEÑOR nuestro Dios es el que nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, el que hizo estas grandes señales delante de nosotros y nos guardó por todo el camino en que anduvimos y entre todos los pueblos por entre los cuales pasamos.
18
Y el SEÑOR echó de delante de nosotros a todos los pueblos, incluso a los amorreos, que moraban en la tierra. Nosotros, pues, también serviremos al SEÑOR, porque El es nuestro Dios.
19
Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir al SEÑOR, porque El es Dios santo, El es Dios celoso; El no perdonará vuestra transgresión ni vuestros pecados.
20
Si abandonáis al SEÑOR y servís a dioses extranjeros, El se volverá y os hará daño, y os consumirá después de haberos hecho bien.
21
Respondió el pueblo a Josué: No, sino que serviremos al SEÑOR.
22
Y Josué dijo al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis escogido al SEÑOR para servirle. Y dijeron: Testigos somos.
23
Ahora pues, quitad los dioses extranjeros que están en medio de vosotros, e inclinad vuestro corazón al SEÑOR, Dios de Israel.
24
Y el pueblo respondió a Josué: Al SEÑOR nuestro Dios serviremos y su voz obedeceremos.
25
Entonces Josué hizo un pacto con el pueblo aquel día, y les impuso estatutos y ordenanzas en Siquem.
26
Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomó una gran piedra y la colocó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario del SEÑOR.
27
Y dijo Josué a todo el pueblo: He aquí, esta piedra servirá de testigo contra nosotros, porque ella ha oído todas las palabras que el SEÑOR ha hablado con nosotros; será, pues, testigo contra vosotros para que no neguéis a vuestro Dios.
28
Entonces Josué despidió al pueblo, cada uno a su heredad.
29
Y sucedió que después de estas cosas Josué, hijo de Nun, siervo del SEÑOR, murió a la edad de ciento diez años.
30
Y lo sepultaron en la tierra de su heredad, en Timnat-sera, que está en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas.
31
Y sirvió Israel al SEÑOR todos los días de Josué y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que habían conocido todas las obras que el SEÑOR había hecho por Israel.
32
Los huesos de José, que los hijos de Israel habían traído de Egipto, fueron sepultados en Siquem, en la parcela de campo que Jacob había comprado a los hijos de Hamor, padre de Siquem, por cien monedas de plata ; y pasaron a ser posesión de los hijos de José.
33
Y murió Eleazar, hijo de Aarón; y lo sepultaron en el collado de su hijo Finees, que le había sido dado en la región montañosa de Efraín.