24
La tierra es entregada en manos de los impíos; El cubre el rostro de sus jueces; si no es El, ¿quién será?
25
Mis días son más ligeros que un corredor; huyen, no ven el bien.
26
Se deslizan como barcos de juncos, como águila que se arroja sobre su presa.
27
Aunque yo diga: "Olvidaré mi queja, cambiaré mi triste semblante y me alegraré",
28
temeroso estoy de todos mis dolores, sé que tú no me absolverás.
29
Si soy impío, ¿para qué, pues, esforzarme en vano?
30
Si me lavara con nieve y limpiara mis manos con lejía,
31
aun así me hundirías en la fosa, y mis propios vestidos me aborrecerían.
32
Porque El no es hombre como yo, para que le responda, para que juntos vengamos a juicio.
33
No hay árbitro entre nosotros, que ponga su mano sobre ambos.
34
Que El quite de mí su vara, y no me espante su terror.