10
no volverá más a su casa, ni su lugar lo verá más.
11
Por tanto, no refrenaré mi boca, hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma.
12
¿Soy yo el mar, o un monstruo marino, para que me pongas guardia?
13
Si digo: "Mi cama me consolará, mi lecho atenuará mi queja",
14
entonces tú me asustas con sueños y me aterrorizas con visiones;
15
mi alma, pues, escoge la asfixia, la muerte, en lugar de mis dolores.
16
Languidezco; no he de vivir para siempre. Déjame solo, pues mis días son un soplo.
17
¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas, para que te preocupes por él,
18
para que lo examines cada mañana, y a cada momento lo pongas a prueba?
19
¿Nunca apartarás de mí tu mirada, ni me dejarás solo hasta que trague mi saliva?
20
¿He pecado? ¿Qué te he hecho a ti, oh guardián de los hombres? ¿Por qué has hecho de mí tu blanco, de modo que soy una carga para mí mismo?
21
Entonces, ¿por qué no perdonas mi transgresión y quitas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo; y tú me buscarás, pero ya no existiré.