2
¿Hasta cuándo me angustiaréis y me aplastaréis con palabras?
3
Estas diez veces me habéis insultado, ¿no os da verguenza perjudicarme?
4
Aunque en verdad yo haya errado, mi error queda conmigo.
5
Si en verdad os jactáis contra mí, y comprobáis mi oprobio,
6
sabed ahora que Dios me ha agraviado y me ha envuelto en su red.
7
He aquí, yo grito: "¡Violencia!", pero no obtengo respuesta; clamo pidiendo ayuda, pero no hay justicia.
8
El ha amurallado mi camino y no puedo pasar, y ha puesto tinieblas en mis sendas.
9
Me ha despojado de mi honor y quitado la corona de mi cabeza.
10
Me destruye por todos lados, y perezco, y como a un árbol ha arrancado mi esperanza.
11
También ha encendido su ira contra mí y me ha considerado su enemigo.
12
Se concentran a una sus ejércitos, preparan su camino de asalto contra mí, y alrededor de mi tienda acampan.
13
El ha alejado de mí a mis hermanos, y mis conocidos están apartados completamente de mí.
14
Mis parientes me fallaron y mis íntimos amigos me han olvidado.
15
Los moradores de mi casa y mis criadas me tienen por extraño, extranjero soy a sus ojos.
16
Llamo a mi siervo, y no responde, con mi propia boca tengo que rogarle.
17
Mi aliento es odioso a mi mujer, y soy repugnante a mis propios hermanos.
18
Hasta los niños me desprecian, me levanto, y hablan contra mí.
19
Todos mis compañeros me aborrecen, y los que amo se han vuelto contra mí.
20
Mis huesos se pegan a mi piel y a mi carne, y sólo he escapado con la piel de mis dientes.
21
Tened piedad, tened piedad de mí, vosotros mis amigos, porque la mano de Dios me ha herido.
22
¿Por qué me perseguís como Dios lo hace, y no os saciáis ya de mi carne?
23
¡Oh, si mis palabras se escribieran, si se grabaran en un libro!
24
¡Si con cincel de hierro y con plomo fueran esculpidas en piedra para siempre!
25
Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo.
26
Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios;
27
al cual yo mismo contemplaré, y a quien mis ojos verán y no los de otro. ¡Desfallece mi corazón dentro de mí!
28
Si decís: "¿Cómo le perseguiremos?", y: "¿Qué pretexto hallaremos contra él?",
29
temed la espada por vosotros mismos, porque el furor trae el castigo de la espada para que sepáis que hay juicio.