8
Oye, hijo mío, el castigo de tu padre, y no deseches la ley de tu madre
9
porque aumento de gracia serán a tu cabeza, y protección a tu cuello
10
Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas
11
Si dijeren: Ven con nosotros, espiemos a alguno para matarle, acechemos al inocente sin razón
12
los tragaremos vivos como el Seol, y enteros, como los que caen en un abismo
13
hallaremos riquezas de toda clase, llenaremos nuestras casas de despojos
14
echa tu suerte entre nosotros; tengamos todos una bolsa
15
hijo mío, no andes en camino con ellos; aparta tu pie de sus veredas
16
porque sus pies correrán al mal, e irán presurosos a derramar sangre
17
Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave
18
mas ellos a su propia sangre espían, y a sus propias almas ponen asechanza
19
Tales son las sendas de todo el que codicia la ganancia, la cual prenderá la vida de sus poseedores
20
La sabiduría clama de fuera; en las plazas da su voz
21
clama en los principales lugares de concurso; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones
22
¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los locos aborrecerán la ciencia
23
Volveos a mi reprensión; he aquí yo os derramaré mi espíritu, y os haré saber mis palabras
24
Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchara
25
antes desechasteis todo consejo mío, y no quisisteis mi reprensión
26
también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis
27
cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia
28
Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán