20
Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros
21
Y hermano entregará a hermano a la muerte, y padre a hijo; y los hijos se levantarán contra sus padres, y los harán morir
22
Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo
23
Mas cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de andar todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del hombre
24
El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor
25
Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa
26
Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse
27
Lo que os digo en tinieblas, decidlo en luz; y lo que oís al oído, predicadlo desde los terrados
28
Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar; temed antes a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno
29
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre
30
Pues aun vuestros cabellos están todos contados