8
Y Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía mucho que deseaba verle; porque había oído de él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer alguna señal
9
Y le preguntaba con muchas palabras; mas él nada le respondió
10
Y estaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas acusándole con gran porfía
11
Mas Herodes con su corte le menospreció, y escarneció, vistiéndole de una ropa rica; y le volvió a enviar a Pilato
12
Y fueron hechos amigos entre sí Pilato y Herodes en el mismo día; porque antes eran enemigos entre sí
13
Entonces Pilato, convocando los príncipes de los sacerdotes, y los magistrados, y el pueblo
14
les dijo: Me habéis presentado a éste por hombre que desvía al pueblo; y he aquí, preguntando yo delante de vosotros, no he hallado culpa alguna en este hombre de aquellas de que le acusáis
15
Y ni aun Herodes; porque os remití a él, y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho
16
Le soltaré, pues, castigado
17
(Y tenía necesidad de soltarles uno en la fiesta.
18
Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: Quita a éste, y suéltanos a Barrabás
19
(El cual había sido echado en la cárcel por una sedición hecha en la ciudad, y una muerte.
20
Y les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús
21
Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: Cuélguenle, cuélguenle
22
Y él les dijo la tercera vez: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho éste? Ninguna culpa de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré
23
Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuera colgado de un madero. Y las voces de ellos y de los príncipes de los sacerdotes crecían
24
Entonces Pilato juzgó que se hiciera lo que ellos pedían
25
y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y una muerte, al cual habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos
26
Y llevándole, tomaron a un Simón cireneo, que venía del campo, y le pusieron encima el madero para que la llevara tras Jesús
27
Y le seguía una grande multitud del pueblo, y de mujeres, las cuales le lloraban y lamentaban
28
Mas Jesús, vuelto a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no me lloréis a mí, mas llorad por vosotras mismas, y por vuestros hijos