9
Y ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que aparejemos
10
Y él les dijo: He aquí cuando entrareis en la ciudad, os encontrará un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare
11
y decid al padre de la familia de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde tengo de comer el cordero de la pascua con mis discípulos
12
Entonces él os mostrará un gran cenáculo aderezado; aparejad allí
13
Fueron pues, y lo hallaron todo como les había dicho; y aparejaron el cordero de la pascua
14
Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los doce apóstoles
15
Y les dijo: En gran manera he deseado comer con vosotros este cordero de la pascua antes que padezca
16
porque os digo que no comeré más de él, hasta que sea cumplido en el Reino de Dios
17
Y tomando el vaso, habiendo dado gracias, dijo: Tomad esto, y partidlo entre vosotros
18
Porque os digo, que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el Reino de Dios venga
19
Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí
20
Asimismo también tomó y les dio el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el Nuevo Testamento en mi sangre, que por vosotros se derrama
21
Con todo eso, he aquí la mano del que me entrega, conmigo en la mesa
22
Y a la verdad el Hijo del hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por el cual es entregado
23
Ellos entonces comenzaron a preguntar entre sí, cuál de ellos sería el que había de hacer esto
24
Y hubo entre ellos una contienda, quién de ellos parecía que había de ser el mayor
25
Entonces él les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que sobre ellos tienen potestad, son llamados bienhechores
26
mas vosotros, no así; antes el que es mayor entre vosotros, sea como el más joven; y el que es príncipe, como el que sirve
27
Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Y yo soy entre vosotros como el que sirve
28
Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis tentaciones
29
Yo pues os ordeno el Reino, como mi Padre me lo ordenó a mí
30
para que comáis y bebáis en mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos juzgando a las doce tribus de Israel
31
Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo
32
mas yo he rogado por ti que tu fe no falte; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos
33
Y él le dijo: Señor, aparejado estoy a ir contigo aun a cárcel y a muerte
34
Y él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces
35
Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo? Y ellos dijeron: Nada
36
Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja, y el que no tiene, venda su capa y compre espada
37
Porque os digo, que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y con los malos fue contado; porque lo que está escrito de mí, su cumplimiento tiene
38
Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta
39
Y saliendo, se fue, como solía, al monte de las Olivas; y sus discípulos también le siguieron
40
Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación
41
Y él se apartó de ellos como a un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró
42
diciendo: Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya
43
Y le apareció un ángel del cielo confortándole
44
Y estando en agonía, oraba más intensamente; y fue su sudor como gotas de sangre que caían hasta la tierra
45
Y cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza
46
y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación
47
Estando él aún hablando, he aquí una multitud; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos; y llegó a Jesús para besarle
48
Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre
49
Y viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada
50
Y uno de ellos hirió al siervo del príncipe de los sacerdotes, y le quitó la oreja derecha
51
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Dejad hasta aquí. Y tocando su oreja, le sanó
52
Y Jesús dijo a los que habían venido a él, a los príncipes de los sacerdotes, y a los capitanes del Templo, y a los ancianos: ¿Cómo a ladrón habéis salido con espadas y con bastones
53
Habiendo estado con vosotros cada día en el Templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas
54
Y prendiéndole le trajeron, y le metieron en casa del príncipe de los sacerdotes. Y Pedro le seguía de lejos
55
Y habiendo encendido fuego en medio de la sala, y sentándose todos alrededor, se sentó también Pedro entre ellos
56
Y cuando una criada le vio que estaba sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: Y éste con él estaba
57
Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco
58
Y un poco después, viéndole otro, dijo: Y tú de ellos eras. Y Pedro dijo: Hombre, no soy
59
Y como una hora pasada otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo
60
Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y luego, estando él aún hablando, el gallo cantó
61
Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces
62
Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente
63
Y los hombres que tenían a Jesús, se burlaban de él hiriéndole
64
y cubriéndole, herían su rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza quién es el que te hirió
65
Y decían otras muchas cosas blasfemándole
66
Y cuando fue de día, se juntaron los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y le trajeron a su concilio
67
diciendo: ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeríais
68
y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis
69
mas desde ahora el Hijo del hombre se sentará a la diestra de la potencia de Dios