11
Y cuando os trajeren a las sinagogas, y a los magistrados y potestades, no estéis solícitos cómo o qué hayáis de responder, o qué habréis de decir
12
porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que será necesario decir
13
Y le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia
14
Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me puso por juez o partidor sobre vosotros
15
Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee
16
Y les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había llevado muchos frutos
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y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿qué haré, porque no tengo dónde juntar mis frutos
18
Y dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes, y los edificaré mayores, y allí juntaré todos mis frutos y mis bienes
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y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate
20
Y le dijo Dios: Necio, esta noche vuelven a pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será
21
Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico en Dios
22
Y dijo a sus discípulos: Por tanto os digo: No estéis afanosos de vuestra vida, qué comeréis; ni del cuerpo, qué vestiréis
23
La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido
24
Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen cillero, ni alfolí; y Dios los alimenta. ¿Cuánto de más estima sois vosotros que las aves
25
¿Y quién de vosotros podrá con su afán añadir a su estatura un codo
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Pues si no podéis aun lo que es menos, ¿para qué estaréis afanosos de lo demás
27
Considerad los lirios, cómo crecen; no labran, ni hilan; y os digo, que ni Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos
28
Y si así viste Dios a la hierba, que hoy está en el campo, y mañana es echada en el horno; ¿cuánto más a vosotros, los de poca fe
29
Vosotros, pues, no procuréis qué tengáis de comer, o qué tengáis de beber; ni andéis elevados
30
Porque todas estas cosas buscan los gentiles del mundo; que vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas
31
Mas procurad el Reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas
32
No temáis, manada pequeña; porque al Padre ha placido daros el Reino
33
Vended lo que poseéis, y dad limosna {lit. hacer actos de misericordia}; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe
34
Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón
35
Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas
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y vosotros semejantes a hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere, y tocare, luego le abran
37
Bienaventurados aquellos siervos, a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando; de cierto os digo, que él se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y pasando les servirá
38
Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son los tales siervos
39
Pero esto sabed, que si supiera el padre de familia a qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa
40
Vosotros pues también, estad apercibidos; porque a la hora que no pensáis, el Hijo del hombre vendrá
41
Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos