22
Y si santificare alguno al SEÑOR la tierra que él compró, que no era de la tierra de su herencia
23
entonces el sacerdote calculará con él la suma de tu estimación hasta el año del jubileo, y aquel día dará tu señalado precio, cosa consagrada al SEÑOR
24
En el año del jubileo, volverá la tierra a aquel de quien él la compró, cuya era la herencia de la tierra
25
Y todo lo que apreciares será conforme al siclo del santuario; el siclo tiene veinte óbolos
26
Pero el primogénito de los animales, que por la primogenitura es del SEÑOR, nadie lo santificará; sea buey u oveja, del SEÑOR es
27
Mas si fuere de los animales inmundos, lo rescatarán conforme a tu estimación, y añadirán sobre ella su quinto; y si no lo redimieren, se venderá conforme a tu estimación
28
Pero ningún anatema, que alguno santificare al SEÑOR de todo lo que tuviere, de hombres y animales, y de las tierras de su posesión, no se venderá, ni se redimirá. Todo anatema será cosa santísima al SEÑOR
29
Cualquier anatema de hombres que se consagrare no será rescatado; indefectiblemente morirá
30
Y todos los diezmos de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, del SEÑOR son; es santidad al SEÑOR
31
Y si alguno quisiere redimir algo de sus diezmos, añadirá su quinto a ello
32
Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será santidad al SEÑOR
33
No mirará si es bueno o malo, ni lo trocará; y si lo trocare, ello y su trueque serán santificación; no se redimirá
34
Estos son los mandamientos que ordenó el SEÑOR a Moisés, para los hijos de Israel, en el monte de Sinaí