19
Cuando hubieron navegado como veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que andaba sobre el mar, y se acercaba al navío; y tuvieron miedo
20
Pero él les dijo: YO SOY; no tengáis miedo
21
Y ellos le recibieron de buena gana en el navío; y luego el navío llegó a la tierra donde iban
22
El día siguiente, la multitud que estaba al otro lado del mar, como vio que no había allí otra navecilla sino una, en la cual habían entrado sus discípulos, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en el navío, sino que sus discípulos se habían ido solos
23
y que otras navecillas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber el Señor dado gracias
24
cuando vio pues la multitud que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron ellos en las navecillas, y vinieron a Capernaum buscando a Jesús
25
Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá
26
Les respondió Jesús, y dijo: De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis
27
Trabajad no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará; porque a éste señaló el Padre, que es Dios
28
Y le dijeron: ¿Qué haremos para que obremos las obras de Dios
29
Respondió Jesús, y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él envió
30
Le dijeron entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obras
31
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer
32
Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo
33
Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo
34
Y le dijeron: Señor, danos siempre este pan
35
Y Jesús les dijo: YO SOY el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás
36
Mas ya os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis
37
Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera
38
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió
39
Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que de todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero