3
Traed pues muchas veces a vuestro pensamiento a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que no os fatiguéis en vuestros ánimos desmayando
4
Que aún no habéis resistido hasta la sangre combatiendo contra el pecado
5
y estáis ya olvidados de la consolación que como con hijos habla con vosotros, (diciendo): Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, ni desmayes cuando eres de él redargüido
6
porque el Señor al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo
7
Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como a hijos, porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga
8
Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos los hijos han sido hechos participantes, luego adulterinos sois y no hijos
9
Además, tuvimos por castigadores a los padres de nuestra carne, y los reverenciábamos: ¿por qué no seamos sujetos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos
10
Y aquellos, a la verdad, por pocos días nos castigaban como a ellos les parecía; mas éste para lo que nos es provechoso, es a saber, para que recibamos su santificación
11
Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia a los que en él son ejercitados
12
Por lo cual alzad las manos caídas y las rodillas descoyuntadas
13
Y haced derechos pasos a vuestros pies, para que lo que es cojo no salga fuera de camino; antes sea sanado
14
Seguid la paz con todos; y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor
15
Mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brotando os impida, y por ella muchos sean contaminados
16
Que ninguno sea fornicario o profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura
17
Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue reprobado, que no halló lugar de arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas
18
Porque no os habéis llegado al monte que se podía tocar, y al fuego encendido, y al turbión, y a la oscuridad, y a la tempestad
19
y al sonido de la trompeta, y a la voz de las palabras, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablara más
20
(porque no podían tolerar lo que se decía: y, si una bestia tocare al monte, será apedreada, o pasada con dardo
21
y tan terrible cosa era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy asombrado y temblando)
22
Mas os habéis llegado al monte de Sión, y a la ciudad del Dios viviente, Jerusalén la celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles
23
y a la Congregación de la Iglesia de los Primogénitos que están tomados por lista en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los justos ya perfectos
24
y a Jesús el Mediador del Nuevo Testamento; y a la sangre del esparcimiento que habla mejor que la de Abel
25
Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que hablaba en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros, si desechamos al que habla desde los cielos
26
La voz del cual entonces conmovió la tierra; mas ahora ha denunciado, diciendo: Aún una vez, y yo conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo
27
Y lo que dice: Aún una vez, declara el quitar de las cosas movibles, como de cosas hechizas, para que queden las que son firmes
28
Así que, tomando el Reino inmóvil, retengamos la gracia por la cual sirvamos a Dios, agradándole con temor y reverencia
29
Porque nuestro Dios es fuego consumidor