22
Y si me decís: Nosotros confiamos en el SEÑOR nuestro Dios, ¿no es aquel cuyos lugares altos y altares ha quitado Ezequías, y ha dicho a Judá y a Jerusalén: Delante de este altar adoraréis en Jerusalén
23
Por tanto, ahora yo te ruego que des rehenes a mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré dos mil caballos, si tú pudieres dar jinetes para ellos
24
¿Cómo, pues, harás volver el rostro de un capitán, al menor de los siervos de mi señor, aunque estés confiado en Egipto por sus carros y su gente de a caballo
25
Además, ¿he venido yo ahora sin el SEÑOR a este lugar, para destruirlo? El SEÑOR me ha dicho: Sube a esta tierra, y destrúyela
26
Entonces dijo Eliacim hijo de Hilcías, y Sebna y Joa, a Rabsaces: Te ruego que hables a tus siervos siriaco, porque nosotros lo entendemos, y no hables con nosotros judaico a oídos del pueblo que está sobre el muro
27
Y Rabsaces les dijo: ¿Me ha enviado mi señor a ti y a tu señor para decir estas palabras, y no antes a los hombres que están sobre el muro, para comer su estiércol, y beber el agua de sus pies con vosotros
28
Y se paró Rabsaces, y clamó a gran voz en judaico, y habló, diciendo: Oíd la palabra del gran rey, el rey de Asiria
29
Así dijo el rey: No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar de mi mano
30
Y no os haga Ezequías confiar en el SEÑOR, diciendo: De cierto nos librará el SEÑOR, y esta ciudad no será entregada en mano del rey de Asiria
31
No oigáis a Ezequías, porque así dice el rey de Asiria: Dadme bendición, y salid a mí, y cada uno comerá de su vid, y de su higuera, y cada uno beberá las aguas de su pozo
32
hasta que yo venga, y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas; tierra de olivas, de aceite, y de miel; y viviréis, y no moriréis. No oigáis a Ezequías, porque os engaña cuando dice: El SEÑOR nos librará
33
¿Por ventura han librado los dioses de los gentiles cada uno su tierra de la mano del rey de Asiria
34
¿Dónde está el dios de Hamat, y de Arfad? ¿Dónde está el dios de Sefarvaim, de Hena, y de Iva? ¿Pudieron éstos librar a Samaria de mi mano
35
¿Qué dios de todos los dioses de las provincias ha librado a su provincia de mi mano, para que libre el SEÑOR de mi mano a Jerusalén
36
Y el pueblo calló, y no le respondieron palabra; porque había mandamiento del rey, el cual había dicho: No le respondáis
37
Entonces Eliacim hijo de Hilcías, que era mayordomo, y Sebna el escriba, y Joa hijo de Asaf, escritor de crónicas, vinieron a Ezequías, rotos sus vestidos, y le recitaron las palabras de Rabsaces