7
Así dice el SEÑOR, el Redentor de Israel, el Santo suyo, al despreciado, al aborrecido de la nación, al siervo de gobernantes: Lo verán reyes y se levantarán, príncipes, y se postrarán, a causa del SEÑOR que es fiel, del Santo de Israel que te ha escogido.
8
Así dice el SEÑOR: En tiempo propicio te he respondido, en día de salvación te he ayudado; te guardaré y te daré por pacto del pueblo, para restaurar la tierra, para repartir las heredades asoladas,
9
para decir a los presos: "Salid"; a los que están en tinieblas: "Mostraos." Por los caminos pacerán, y en todas las alturas desoladas tendrán sus pastos.
10
No pasarán hambre ni sed, ni los herirá el calor abrasador ni el sol, porque el que tiene compasión de ellos los guiará, y a manantiales de aguas los conducirá.
11
Convertiré todos mis montes en camino, y mis calzadas serán levantadas.
12
Mira, éstos vendrán de lejos; y he aquí, otros del norte y del occidente, y otros de la tierra de Sinim.
13
Gritad de júbilo, cielos, y regocíjate, tierra. Prorrumpid, montes, en gritos de alegría, porque el SEÑOR ha consolado a su pueblo, y de sus afligidos tendrá compasión.
14
Pero Sion dijo: El SEÑOR me ha abandonado, el Señor se ha olvidado de mí.
15
¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré.
16
He aquí, en las palmas de mis manos, te he grabado; tus muros están constantemente delante de mí.
17
Tus edificadores se apresuran; tus destructores y tus devastadores se alejarán de ti.