11
Temblad, mujeres indolentes; conturbaos, hijas confiadas; desvestíos, desnudaos, y ceñid cilicio en la cintura;
12
golpeaos el pecho, por los campos agradables, por la vid fructífera,
13
por el suelo de mi pueblo donde crecerán espinos y zarzas; sí, por todas las casas alegres y por la ciudad divertida.
14
Porque el palacio ha sido abandonado, hecha un desierto la populosa ciudad. Collado y atalaya se han convertido en cuevas para siempre, un deleite para asnos monteses, un pasto para rebaños;
15
hasta que se derrame sobre nosotros el Espíritu desde lo alto, el desierto se convierta en campo fértil y el campo fértil sea considerado como bosque.
16
En el desierto morará el derecho, y la justicia habitará en el campo fértil.
17
La obra de la justicia será paz, y el servicio de la justicia, tranquilidad y confianza para siempre.
18
Entonces habitará mi pueblo en albergue de paz, en mansiones seguras y en moradas de reposo;
19
aunque caiga granizo cuando el bosque caiga, y la ciudad sea derribada por completo.
20
¡Cuán bienaventurados seréis vosotros los que sembráis junto a todas las aguas, y dejáis sueltos al buey y al asno!