2
Abrid las puertas para que pueda entrar la nación justa, la que permanece fiel.
3
Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en ti confía.
4
Confiad en el SEÑOR para siempre, porque en DIOS el SEÑOR, tenemos una Roca eterna.
5
Porque El ha abatido a los que moran en lo alto, a la ciudad inexpugnable; la humilla, la humilla hasta la tierra, la derriba hasta el polvo.
6
La hollará el pie: los pies de los afligidos, las pisadas de los desvalidos.
7
La senda del justo es rectitud; tú, que eres recto, allana el sendero del justo.
8
Ciertamente, siguiendo la senda de tus juicios, oh SEÑOR, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el anhelo del alma.
9
En la noche te desea mi alma, en verdad mi espíritu dentro de mí te busca con diligencia; porque cuando la tierra tiene conocimiento de tus juicios, aprenden justicia los habitantes del mundo.
10
Aunque se le muestre piedad al impío, no aprende justicia; obra injustamente en tierra de rectitud, y no ve la majestad del SEÑOR.
11
Oh SEÑOR, alzada está tu mano, mas ellos no la ven. Que vean tu celo por el pueblo y se averguencen; ciertamente el fuego devorará a tus enemigos.
12
SEÑOR, tú establecerás paz para nosotros, ya que también todas nuestras obras tú las hiciste por nosotros.